sábado, marzo 21, 2009

Regalos japoneses

Un aspecto no tan conocido de la cultura japonesa es que a los japoneses les gusta hacer regalos.
¿Qué digo les gusta? ¡Adoran hacer regalos! ¡Lo necesitan! ¡¡¡Es un instinto incrustado en su ADN!!!


Un inocente regalo japonés es potencialmente capaz de destrozarte la vida.

Por ejemplo, te invitan a comer a su casa. Tú llevas la bebida, el postre o la coca... Lo normal, porque a fin de cuentas eres el invitado. Pero cuando ya vas a volver a casa, de alguna parte se sacan algo y ¡zas! ¡Te lo regalan!
A mí me han regalado cosas sin necesidad personas a las que acababa de conocer y a las que nunca más vería en la vida.

Dentro del mundo regalístico nipón, una de las fechas claves es San Valentín.
Como ellos no pueden actuar igual que el resto del mundo, aquí la mujer le regala chocolate al hombre el 14 de febrero... y luego, el 14 de marzo el hombre corresponde con chocolate, galletas u otros dulcecillos. Pero la guasa es que no se regala sólo a la pareja... sino también a los amigos, a los compañeros de trabajo, al jefe, a los cuñados... y como se descuide, hasta al mendigo que pasaba por allí recogiendo latas.
El maquiavélico efecto secundario es que si ninguna chica te regala chocolate te sientes una piltrafa humana porque tienes menos éxito con las mujeres que Epi y Blas. Pero es que, como los chocolates y galletas están sobrepreciados a unas tres o cinco veces su valor normal, cuando una chica te regala, en vez de alegrarte lo que haces es pensar “¡Hostia, no! ¡Otra a la que le tengo que regalar una putas galletas el 14 de marzo! ¡A la mierda la nueva cámara digital que pensaba comprarme! Voy a terminar recogiendo latas, como el mendigo”.


Un bomboncillo de San Valentín te puede costar fácilmente 3 euros. Y no es coña.

Y el culmen del sadomasoquismo social son los viajes. ¡Que no se te ocurra volver de un viaje sin traerle un detalle a toda la parentela, a los compañeros de trabajo y a todo bicho viviente al que fuiste lo suficientemente pardillo para decirle que te ibas a Corea!
Estos souvenirs de los viajes, en japonés se llaman “omiyage”. Quizás es la palabra más infame de todo su idioma.
No importa que los japoneses se recorran ocho países en siete días: hay que dedicar tiempo a elegir los omiyages. No importa que comprar omiyages para dos o tres docenas de personas te llene media maleta. ¡Hay que hacerlo! Y lo más sangrante es que todo el mundo es consciente de que tanto lo que te traen a ti, como lo que tú les traes a ellos suele ser una chorrada que a nadie le interesa y acaba en la basura.

Aparte, hay miles (o millones) de ocasiones: cumpleaños, el Día de los Abuelos, el Día de los Nietos, el Día de la Madre que los Parió, etc.

Por eso, recibir un regalo de un japonés es una trampa social mortal. Escóndete, huye, fíngete loco, coge la lepra... Lo que sea, antes de que consiga entregártelo. Porque una vez que lo has aceptado, si correspondes entrarás en un círculo vicioso del que jamás podrás salir y que incluso podrían heredar tus hijos, los hijos de tus hijos y hasta las cucarachas que vivan en tu casa.
Pero si no correspondes... ¡entonces quedas como un desagradecido antisocial! Y encima, ellos no captan la indirecta, porque es culpa de su instinto genético nipón. Te seguirán haciendo más y más regalos, y tú seguirás descendiendo por la escala del comportamiento antisocial hasta convertirte en una cáscara vacía, en un ser despojado de todo vestigio humano, como... no sé, Britney Spears.

“Yo era famosa. Tenía el mundo a mis pies. Entonces, un día un japonés me hizo un regalo. No supe cómo reaccionar... y ahí empezó todo”

Entonces, según la Escuela Choricil sólo existen dos formas de actuar adecuadas cuando un japonés te regale algo:


- Aceptarlo y echarlo a la pila. Cuando te toque a ti corresponderle a alguien, coges algo de la pila y se lo das. Hay tres problemas: 1) cuidado de no dárselo a la misma persona que te lo dio. 2) Si es algún alimento, ojo a la fecha de caducidad; a nadie le hace gracia recibir una caja de huevos de salmón caducados hace año y medio. 3) Si por ejemplo, se supone que has vuelto de Mongolia, y le entregas una morcilla de Burgos que estaba en la pila, la cosa canta. Ten preparada una explicación (sugerencia ultrachoricil: la compañía aérea te cambió las maletas).


- Destruir inmediatamente el regalo... y al que te lo ha dado. Es lo más efectivo, aunque hay cierto riesgo de que te metan en la cárcel o te condenen a muerte. Pero no te preocupes demasiado. Los jueces japoneses también son personas que conocen lo que es sentirse atrapado en el círculo vicioso de los regalos. Así que estará predispuesto a tu favor, y un abogado competente no debería tener problemas para conseguirte una sentencia absolutoria. Recuerda agradecérselo adecuadamente. Por ejemplo, con un buen regalo.

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