miércoles, agosto 29, 2007

Resulta que...

- Buenos días, doctor.
- Buenos días. Se llama usted... Don Guri, ¿no es así?
- Efectivamente.
- Cuénteme, señor Guri. ¿O debería llamarle Don?
- Lo que salga más barato en la factura.
- Bien. Según su historial, padece usted de desapariciones temporales por periodos de cuatro o cinco semanas. Ya fue tratado una vez de ello, pero parece que ha vuelto a recaer. Un mes y medio ausente. ¿Vacaciones, quizás?
- Qué va, qué va. Si ya ni me acuerdo de lo que significa ese palabro.
- Entonces, ¿qué es lo que le ha impedido escribir siquiera un parrafito desde julio?
- Bueno, yo... Ya sabe... La carne es débil y... En fin. Líos de mujeres (ejem).
- Entiendo. El calor, las minifaldas... Hasta cierto punto, es excusable.
- ¡Eeeso! Eso mismo es lo que le dije yo a la policía; pero nada, oiga. Qué poco comprensivos. Cuarenta latigazos, dos semanas en la Celda de los Tormentos nº 21 sin comida ni bebida, y encima una multa de 1000 yenes (aprox. 6 euros).

Gratos recuerdos

- Ah... Errr.... De todas formas, eso sólo cuenta por dos semanas.
- Sí. Es que resulta que después de cumplir la condena, cuando me senté en casa delante del ordenador a perpetrar otro magnífico post, me di cuenta de que echaba de menos las torturas y el dolor de la Celda 21. ¡Me había convertido en sadomasoquista! O quizás sólo en masoquista... Bueno, la cuestión es que, ya que estaba conectado a Internet, busqué información sobre clubes de SM y esas cosas. Fue una época intensa. Días enteros navegando por un mundo nuevo, entre links y más links que llevaban a páginas y más páginas de tentadores placeres revestidos de cuero negro, cadenas y aroma de lavanda.
- ¿¿¿Aroma de lavanda???
- En algún momento debí de equivocarme de link y fui a parar a una página de aceites aromáticos. Entonces, me aficioné a la aromaterapia.
- ¿Sin haber llegado a consumar su nueva afición por el SM?
- Cambio de afición con facilidad. Total, que fui a una tienda de estas naturistas decidido a adquirir los aromas más sutiles, etéreos y fragantes que hubiera. Como aún era inexperto en el tema, los olí todos uno por uno.
- ¿Y?
- Que terminé más colocado que un hippy en Santa María. Se me derritió la pituitaria y estuve diez días viendo cómo todo lo que había ante mí vibraba y se convertía en espirales multicolores.

Botellitas de felicidad olorosa

- Pero terminó recuperándose, ¿no?
- Sí. Pero cuando todavía estaba convaleciente, fue la publicación del séptimo libro de Harry Potter. Aún con la cabeza perturbada por los aromas, corrí a la librería y compré el volumen de tapa dura y sotocientas mil páginas con refuerzos de plomo en las solapas y póster desplegable holográfico de la uña del dedo gordo del pie de Voldemort (edición limitada).
Regresé rápidamente a casa y allí, llevado por la euforia, se me ocurrió poner los siete volúmenes uno encima del otro y levantarlos para cambiarlos de mueble.
- ¿Y entonces?
- Pinzamientos de columna, luxaciones múltiples y roturas de ligamentos a mogollón. La pila de libros cayó agujereando todos los pisos, abriendo un cráter de cinco metros de diámetro y causando un movimiento sísmico de grado 14 en la escala Richter. Y para colmo, el póster de la uña de Voldemort se arrugó y ya no vale ni dos duros en eBay.
- Qué barbaridad.
- Después de eso me metí en unos líos con la yakuza. Parece que no les sentó muy bien que me metiera en sus negocios.
- Hombre, es una temeridad inmiscuirse en los asuntos de esa gente.
- ¡Nada de asuntos! Me metí literalmente en un negocio. Para quitarme la depre por chafar el póster, fui a beber una noche. Después de salir de un bar iba con la vejiga llena. Cuando bebo cerveza siempre me pasa lo mismo. Total, que sin poder aguantar más, me metí en el primer garito que pillé. Como estaba oscuro y no tenía tiempo de buscar el servicio, me arrimé a una columna negra y miccioné allí mismo... sin ser consciente de que era un local propiedad de la yakuza ni de que la columna no era una columna, sino el jefazo con un traje negro. Creo que dijo algo de unos pantalones y zapatos de nosecuantocientosmil yenes y nosequé de mis antepasados. Pero como era en japonés mafioso y yo iba medio borracho no capté los detalles.
Apenas pude salir de allí por patas, no sin antes escuchar que enviaría a mi casa a un grupo de asesinos karatekas con katanas oxidadas, para cortarme en rebanadas y contagiarme el tétanos al mismo tiempo.

Esta misma, pero hay que imaginársela oxidada, claro.

- Vaya. Pero como le veo a usted vivo aquí delante de mí, supongo que la cosa falló.
- Sí. Cambié la etiqueta del nombre de mi buzón con la de mi vecino. Así, de camino solucioné que ese cabr*to ponía la música demasiado alta.
- Ya veo que ha sido un verano movidito.
- Y aún no sabe usted lo peor.
- ¿Es que hay algo aún peor?
- ¡Mis lectores! Condenados a remirar los posts antiguos una y otra vez. Con la fecha de caducidad pendiente sobre sus cabezas. ¡No! ¡Esto no puede quedar así!
- ¿Cómo? ¿Anula la fecha de caducidad?
- El blog caducará, pero de momento me paso la fecha por las bellotas.
- ¡Increíble! ¿Quiere esto decir que realmente se preocupa usted por sus lectores?
- ¡Me ofende! Mis lectores son lo primero para mí. Estarían por delante de lo primero, si supiera cómo se dice el ordinal de cero.
- Mmmm... No estoy seguro de hasta qué punto está siendo usted sincero, y hasta qué punto está utilizando una de sus técnicas choriciles.
- ¿Qué no está seguro? ¿¡Pero qué clase de psicoanalista es usted!? ¡Me siento estafado en el tratamiento! ¡Exijo que me devuelva mi dinero!
- ¡Pero si aún no me ha pagado!
- ¡Si cree que esa es una razón suficiente para no soltar la pasta, sepa que estoy dispuesto a demandarle a usted, a toda la clínica y hasta a la panadería que hay enfrente!
- Oiga... ¿Todo esto no será una retahíla de excusas para ahorrarse mis honorarios y evitar confesar que ha estado vagueando todo el mes, no?
- ¿Yooo? Por favor. No tengo tanta imaginación.

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