viernes, octubre 31, 2008

Encuentros en la tercera fase con Don Guri (1ª parte)

Los que llevéis tiempo por aquí os acordaréis de un tal “El Cuarto Ángel” que solía hacer comentarios con dos características comunes: eran casi tan largos como el post que comentaban... y más ingeniosos.
Ante alguien así, otros blogueros quizás se habrían sentido amenazados. No yo.
No porque yo sea un tipo estupendo y eso, sino porque mi Lado Vago reconoció enseguida a un posible sucesor en el que descargar el trabajo de escribir el blog. Sí, quizás algunos notarían cierto cambio de estilo; y quizás la mayoría se percataría de que, de repente, el título del blog habría cambiado a “Allá en el Cuarto Ángel”. Pero seamos sinceros: escribir un blog supone cierto trabajo, y el trabajo siempre es más agradable cuando lo hacen otros.
Pero parece que el tío se olió la tostada, y prefirió hacer mutis por el foro.
De todas formas, como en el fondo es buena persona (aunque no preguntéis qué les hizo a los tres ángeles anteriores), decidió despedirse de mí escribiendo no ya un comentario, sino todo un magnífico post sobre nuestro encuentro en Tokio.
... Tan magnífico y tan extenso, que he tenifo que partirlo en dos, para que a mis amados lectores no les dé una embolia cerebral por leer tanta parida seguida.
- ¡Eh, eh! ¡Un momento! Que El Cuarto Ángel no comenta desde hace lo menos año y medio. ¿No me dirás que has esperado todo este tiempo para publicar su colaboración?
- Eeeeeer.... Puede parecer mucho tiempo. Pero ya se sabe, esto de los posts es como los vinos o Sean Connery: ganan con la edad.


Así es como yo imaginaba al Cuarto Ángel antes de conocerle. La realidad resultó ser mucho más aberrante.

Hola a todos.
Tal vez debería dar las gracias a Don Guri por permitirme compartir podio, pero prefiero aprovechar este sitio para amenazarle de muerte si no me devuelve el dinero que me sableó en Tokio.
Ya en mi llegada al aeropuerto de Narita la cosa empezó mal. Aunque todo comenzó en España cuando me dejé convercer por él para que le llevara unos chorizos ocultos en el equipaje. Al llegar al control de aduanas japonés me obligaron a abrir la maleta y me trincaron.

- Esto no lo puede pasar. Está prohibido. -me gritó el aduanero con severidad.
- "Cazar ballenas también, cabrones." - mascullé- Lo siento, no lo sabía- me disculpé [Aquí, el Cuarto Ángel peca de ingenuo. En caso de ser pillados con un chorizo o similar, la técnica adecuada es afirmar que lo que lleváis es una reliquia religiosa: un cacho del intestino grueso momificado de San Jabugo, por ejemplo; mostraros indignadísimos por haberla confundido con un embutido, y amenazar con represalias por coacción a la libertad de culto religioso]. A continuación, con más ingenuidad que aquella esposa que revisando el equipaje del marido que se marchaba a un congreso encontró una caja de condones dijo: "Pero será tonto este hombre. ¡Para que querrá los condones si yo no voy con él!" Pues yo pregunté:
- ¿Qué van a hacer con los chorizos?
- Hay que quemarlo -me respondió con gesto serio, pero se le notaba que interiormente estaba más contento que psicópata con cuchillo nuevo.

Y así, compuesto y sin ibéricos llegué a Tokio.
Días después, y ya instalado en la zona de Shinjuku, contacté telefónicamente con Don Guri para nuestra primera cita, que sería en su barrio. Con una breves indicaciones de cómo llegar y un plano de la zona, que previamente me había mandado vía mail, tomé el tren.
"Es un barrio muy céntrico" me indicó el muy cachondo. ¡Céntrico para ser Japón! ¡No te jode! Porque está donde Buda perdió las chanclas. Más que un plano callejero me hubiera hecho falta un atlas. Después de yo qué sé cuántos cambios de trenes llegué a la estación. Habíamos quedado en la entrada a las 12. Mientras esperaba me entretuve en observar detenidamente la zona, en la que por cierto (y esto es una regla general para todas las calles de Tokio), hay más gente por la calle que en el libro ese de Wally.

¿Dónde está Don Guri?

La primera impresión que me dio fue que estaba llena de gente VIP: Vagos, Indeseables y Putas. Harapientos individuos dormitaban sobre cartones junto a tetrabriks de sake. Yakuzas trajeados y con gafas de sol, a pesar de estar nublado, descansaban sobre coches de lujo esperando al jefe y "robopilinguis", que diría mi idolatrado Bender, ofrecían sus servicios ataviadas con vestidos más horteras que ninjas vestidos por Agatha Ruiz de la Prada.
Las 12´30 y Don Guri sin aparecer. Me entró hambre y aprovechando que no me había cepillado los dientes desde hacía 2 días comencé a alimentarme del sarro.
Las 13´00 y el amigo sin venir. Ya empezaba a ponerme más nervioso que Chewbacca en una peluquería, cuando veo que un occidental se dirige hacia mí.

¿Será realmente Don Guri el occidental que se aproxima? ¿Será el inicio de una hermosa amistad? ¿O será el inicio de una demanda judicial? ¡¡¡No se pierdan la continuación de esta apasionante historia!!!

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domingo, octubre 12, 2008

Cómo comprar una berenjena

[Un día, en una frutería]

- Buenas, ¿me da una berenjena?
- Enseguida. ¿La quiere española o japonesa?
- ¿Eh? ¿Hay alguna diferencia?
- Claro, mire. ¿Ve? Esta es una berenjena japonesa. Normalmente son cortas y pequeñitas. Lo suficiente para agarrarlas con la mano.


- En cambio, las españolas suelen ser más grandes y gordas. La pega es que tienen un sabor algo más amargo.


- No sé... Me cuesta decidirme. Una grande cunde más, pero ciertamente el sabor también es importante.
- Excepcionalmente, tengo una japonesa que quizás sea de su agrado. No es tan gruesa como una española, pero le gana en longitud. Fíjese, fíjese.


- ¡Uahivalaottiaputadelamorermoso! ¡Esta! ¡Me llevo esta! ¡Y póngame también una de las normales pequeñitas japonesas!
- ¿No tiene bastante con la larga? A usted le gustan mucho las berenjenas, ¿no?
- Bueno, ¿qué pasa? Cada longitud tiene su utilidad. Usted venda y a lo suyo.


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sábado, octubre 04, 2008

Seguridad ciudadana

Japón es un país mundialmente conocido por su estupenda seguridad ciudadana. Y después de un porrón de tiempo de vivir aquí, puedo atestiguar que es cierto.

El agente Yoshimura adiestrando a los cadetes en una academia de policía. (Pincha para ampliar)

Fenómenos que en otros países entrarían dentro de lo paranormal, aquí son cotidianos. Por ejemplo:


1. Te duermes yendo en el metro o en el tren y despiertas con todas tus pertenencias.
2. En un vagón abarrotado hasta los topes llevas la cartera en el bolsillo de atrás o el bolso abierto y lo normal es que no te sustraigan nada.
3. Que mucha gente se encuentre algo de valor en la calle y lo lleve al puesto de policía más cercano.
4. En una cafetería vas al servicio dejando tu abrigo o alguna cosa en la mesa y cuando vuelves todavía está ahí.
5. ¡¡¡Puedes dejar cosas dentro del coche sin que te revienten las lunas y se lleven hasta el polvo de la tapicería!!!
6. La mayoría de las viviendas no tienen rejas en las ventanas de la planta baja.
7. Muchas tiendas dejan mercancías a la entrada, en la calle. La gente las coge, entra a la tienda con ellas y las paga (en contraposición a cogerlas y echar palante).
8. Puedes volver andando a casa a las doce de la noche sin que te asalten, te vandalicen y se te lleven hasta la caspa.

Por supuesto, no hay que exagerar: además de la yakuza, hay barrios chungos, gente chunguísima y delitos y crímenes megachungos. Y luego están los pirados que un día trincan un cuchillo o un Pokemon radiactivo y se dedican a liquidar a transeúntes inocentes
Pero, en general, el nivel de seguridad ciudadana es envidiable.


“¡Al que se le ocurra mangar un tamagotchi le meto un ultrapuñetazo que le pongo los mondongos en órbita!”

Ahora bien, las cosas están cambiando.
En los últimos años ha ido creciendo el número de hurtos, robos, delitos y faltas.
Por supuesto, las autoridades japonesas tienen muy claro cuál es la causa: como muy bien sabemos en España, siempre que aumenta la inseguridad ciudadana, la culpa es únicamente de los inmigrantes.
Esto ha traído parejo un incremento de las medidas de seguridad: detectores magnéticos a la salida de los comercios, cámaras de vigilancia, toma de huellas dactilares a los extranjeros en los aeropuertos...

... Y el no va más en métodos de protección de la propiedad privada. Lo definitivo. ¡El acabóse!
Si no quieres que te vuelen la moto cuando la dejas aparcada, ¿qué mejor que dejar...



... a un pato para que te la vigile?

(Nota: foto real sin ningún trucaje ni preparación, tomada cerca de mi casa)

- Oye Don... Ya, mejor un pato que nada, claro. Pero no sé... ¿Cómo evitas que te roben el pato? Como mucho, grazna “cuac, cuac” y te pega un picotazo en la mano. No le veo mucho poder de disuasión.

Todo está previsto. El propietario también debió de pensar lo mismo, porque al día siguiente volvió a dejar la moto vigilada por el pato:




Y el pato vigilado por...


...¡Un jaguar!
¡A ver quién es el guapo que se atreve ahora!

Todavía no le han robado la moto, así que el sistema debe de funcionar. Por tanto ya sabéis, amiguitos: si el ejemplo cunde, iros preparando para ver todos los vehículos protegidos por un pato vigilado por un jaguar. No os quedéis los últimos y adquirid los vuestros ¡AHORA!

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