Entrevistando a Don Guri (1)
Don Guri: Abrevia y empecemos, Gustav. Que los bits son oro.
G: ¿Don Guri? ¿Qué haces tú aquí? Si yo venía a entrevistar a... Er... ¡Uy! Estaba mirando otra hoja de la agenda, qué fallo.
DG: ¿Cómo dices?
G: No, nada. Que... Que con todos vosotros, vosotras y ustedes... ¡Don Guri!
(Aplausos, aplausos)
G: Bueno, Don. Los lectores han sido tan amables de sugerir algunas cuestiones. Principalmente parece que quieren saber cosas sobre ti, tu blog y Japón. No deben echar nada interesante en la tele.
DG: A ver si le pido a Nico que haga uno de sus posts y mando la entrevista al guano.
G: ¡Tranquilo, hombre! Sólo era para ir haciendo ambiente. A ver... Hay bastante incertidumbre respecto a tu origen. Sabemos que te llamas Don Guri y que estás en Japón. Pero... ¿Cómo terminaste tan lejos de tu patria? ¿Y qué es un Don Guri?
DG: Como comenté de pasada una vez, “Don Guri” viene de la palabra japonesa “donguri”, que significa “bellota”. Surgí hará ya como... no sé... lo menos 5 años, como protagonista de unas viñetas relacionadas con el mundo del japonés. He aquí una muestra de aquello:

Viñeta alusiva al peligro de vivir en Japón sin conocer kanji. El rótulo del cartel pone precisamente eso: “Peligro”
G: ¿¡Ese eras tú!? ¿Y qué haces escribiendo un blog? ¡Si revelaras el secreto de tu dieta te harías de oro!
DG: Sí, bueno, ejem... Un día de estos. No me interesa el vil metal (en cambio, el papel de los billetes me interesa mogollón, que lo sepáis).
G: De todas formas, no recuerdo haber visto esa viñeta en ningún sitio.
DG: Porque no se publicaron. Sucumbí a un traicionero ataque del Lado Vago de la Fuerza y caí en animación suspendida hasta que el boom de los blogs me hizo renacer cual fénix de sus cenizas (cenizas virtuales, claro).
G: ¿Vivías entonces en España?
DG: Sí. Me dedicaba a comer despreocupadamente bocadillos de chorizo, sin saber que pocos años después ya no podría hacerlo. Que esto os sirva de lección para disfrutar de lo que tenéis, niños y niñas: no hay tiempo como el presente.
G: Eso es algo que muchos se preguntan. ¿Cómo es que un amante del chorizo como tú terminó en un país en el que el chorizo es más raro que el plutonio?
DG: De la forma más tonta. Sucedió que fui a Madrid a ver a unos amigos. Madrid es una ciudad internacionalmente famosa por sus interminables obras, que cuando afectan a las líneas de metro convierten en toda una odisea usar la red de transportes. Pues bien, en uno de los trasbordos entre líneas debí de hacerme la picha un lío y, cuando conseguí regresar a la superficie, resulta que salí en Tokio.
G: Y te quedaste.
DG: Claro, porque porque tuve que ponerme a trabajar y eso para conseguir dinero para el billete de vuelta. Pero no había forma de ahorrar en esta suciedad de consumo.
G: Querrás decir “sociedad de consumo”.
DG: No. Esa es otra. El caso es que, cuando vine a darme cuenta, ya me había acostumbrado.
G: Ni que decir tiene que la sociedad japonesa es completamente diferente a la occidental. ¿Cómo te las apañaste con el shock cultural?
DG: No lo tuve. No porque sea muy adaptable, sino porque pienso poco. Esto a veces es una ventaja. Nunca me planteé que estaba viviendo en un sitio diferente. Claro que hay cosas que te chocan, pero mira, a mí me chocan más cosas como que cuando tiras de la cisterna el agua sepa pararse a la altura adecuada dentro de la taza del retrete, o que la Pantera Rosa resultara ser macho. En cuanto a la gente, partiendo de la base de que no hay una referencia absoluta de comportamiento humano y que toda manifestación cultural es subjetiva, acepto las cosas como son. No me como el coco.
G: (0_0)U... Oye, eso de la base absolutiva de la referenciación cultural humana te ha quedado muy profundo.
DG: Es que en el fondo soy un filósofo de la hostia.
Continuará...
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