domingo, junio 24, 2007

El tiempo en Tokio

El otro día hacía un calor tan espantoso que vi una cosa que me dio mucha pena: a una madre que iba por la calle se le derritió su hijo de 10 años. Fue algo tremendo. Cómo lloraba, la pobre.

- ¡Debería haberle comprado esa gorra cuando me la pidió!- se lamentaba amargamente. A buenas horas.

Afortunadamente, los servicios de urgencia llegaron enseguida y, usando una pipeta, pudieron transvasar a una garrafa todo el charco en que se había convertido el niño, antes de que se evaporara demasiado. Parece que no habrá problemas para recomponerlo en el hospital, aunque seguramente le quedará algún trastorno secundario como incontinencia o charcofobia.

Imagen del pequeño Yosuke antes de ser rescatado por el equipo médico.

Claro, esto pasa porque el verano llegó de repente. Las temperaturas iban paulatinamente en ascenso cuando esa mañana, de golpe, ¡pumba! sopotocientos grados más. Y a los cuerpos de las gentes no les da tiempo a adaptarse.
Luego, esa misma tarde, empezó a soplar un viento fortísimo, y a las seis o por ahí las rachas de poniente soplaban ya con tal intensidad que juraría que vi pasar volando un elefante por encima de la Torre de Tokio... seguido del resto del Circo Chino, que estaba actuando en Osaka.
Y después, el día siguiente, se tiró las 24 horas lloviendo sin parar, para dejar paso, un día después, a un raro día de tiempo agradable.


Desde entonces estamos metidos en la estación de las lluvias... que comenzó hace más de una semana pero que sólo ha llovido un par de veces. Muchos japoneses ya andan preocupados con que va a faltar agua y tal. En un debate del Parlamento incluso se propuso solicitar ayuda a España para que hicieran un trasvase Ebro-Shinjuku, pero después de investigar un poco y ver lo que les esperaba si tenían que tratar con políticos españoles, el Parlamento en pleno se hizo el harakiri.

Los expertos españoles presentaron a los ingenieros japoneses esta muestra del instrumental tecnológico disponible para hacer los trasvases.

En fin. Que el tiempo está loco ya lo sabemos. Es un fenómeno mundial por aquello del CO2 y el metano de las vacas. Pero el problema del tiempo en Tokio no es que sea malo; es que es aleatorio. El tiempo que hace en un momento y el que va a hacer en el momento siguiente tienen una correlación de -100 lo menos.

Don, una correlación tiene un valor entre -1 y 1. No existen las correlaciones de -100”, diréis algunos. ¡Error! En Tokio, todo es posible. Se trata de la capital del país donde una mole de 200 kilos de carne se considera sexy (luchadores de sumo), donde dos cuerpos pueden ocupar simultáneamente el mismo espacio (interior de vagón de tren en hora punta), y donde normalmente puedes pasear a las dos de la noche por un barrio sin que necesariamente dos chorizos te asalten y te roben hasta la caspa. Si esto no contradice todas las leyes de la física conocidas, que baje Einstein y lo vea.

Y en medio de este “hoy hago el tiempo que me sale de los coj*nes”, tenemos a los meteorólogos.
Una de las cosas que más me sorprendió al llegar a Japón es que, a pesar de todo, los pronósticos del tiempo eran bastante fiables. Te dan, por franjas de 6 horas, el tiempo esperado, la posibilidad de precipitaciones, humedad y mogollón de datos más, todo con sus correspondientes porcentajes. ¡Y no suelen andar muy desencaminados!

Claro que eso era antes. Últimamente la cosa anda tan descontrolada que para lo que aciertan podrían ahorrarse el dinero de tanto satélite y usar el Calendario Zaragozano. No creo que hubiera mucha diferencia.

En fin. Sea como sea, nunca mejor momento para aplicar el refran ese de “a mal tiempo buena cara”. Todo esto tiene la ventaja de que al menos, las siempre intrascendentes conversaciones sobre el tiempo pueden ser más originales que de costumbre, como la que oí el jueves pasado cerca de mi casa:

- ¡Vecino! ¡¡¡Vecinoooo!!!
- ¿Sí? ¡Ah, buenos días! Qué calor hace hoy, ¿eh?
- Bah. Eso era hace 3 segundos. Ahora está lloviendo.
- Sí, y encima ahora se ha puesto a nevar.
- Suerte que este viento que ha empezado a soplar se llevará pronto las nubes.
- Mire, ya sale el sol. Por cierto, ¿qué me quería deci...

¡CRAS! ¡CHOF! ¡RUIDO DE SESOS DESPARRAMAOS!

- Errr... Que se apartara, que le iba a caer una maceta en la cabeza...

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martes, junio 19, 2007

Nueva fecha de caducidad

Bueno, teniendo en cuenta que he tenido el chorizo mes y medio en la nevera y por tanto ha estado conservadito y tal, desde aquí proclamo, exclamo y reclamo que la nueva fecha de caducidad será el 1 de septiembre.

Nuestro intrépido cuasi-reportero Gustav ha salido a la calle para tomar el pulso de la opinión pública tras comunicar esta noticia.
Aquí tenemos las reacciones de tres transeúntes elegidos al azar y de los que hemos intentado por todos los medios preservar su anonimato.






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martes, junio 12, 2007

Tres de estas y dos de aquellas

Cualquiera que haya ido al menos una vez al médico en Japón tiene anécdotas suficientes como para escribir no ya un libro, sino toda una trilogía.

Para empezar, el sistema sanitario público japonés no es totalmente gratuito. El paciente paga un tanto por ciento del tratamiento, y el resto lo apoquina el estado. Supongo que este será uno de los factores por lo que no se forman las colas que hay en los ambulatorios españoles. Una ventaja obvia es que te ahorras morir en la lista de espera... Aunque a cambio tendrás que morirte si algún día andas corto de pelas.


El caso es que son dos las cosas que más me han llamado la atención hasta el momento.

Una es la increíble velocidad a la que algunos médicos te reconocen.

Estás ahí, dándole vueltas en la cabeza desde hace varios días a las molestias que tienes, sospechando que la cosa irá de tumor para arriba y que tendrán que someterte a complejas y dolorosas pruebas, y todo se resuelve tal que así:


- Buenos días. Mire, que desde el martes siento una pesadez en el estómago que...
- Sí, eso es (nombre de una dolencia que obviamente no has aprendido en japonés). Te tomas estas pastillas después de cada comida. Que te mejores.

Y claro, te quedas como cortado. Dudas de si el doctor que te atiende es una eminencia en lo suyo, o es que pasa de ti como de la mierda. ¿Pero qué vas a hacer? Pues nada, te convences a ti mismo pensando que, a fin de cuentas, los japoneses ostentan la mayor esperanza de vida del mundo. Así que esperas que lo que le ha funcionado hasta ahora a la nación también dé resultado contigo.

El señor Nakamura y la señora Suzuki con los diplomas acreditativos a los mayores pastillómanos de Japón. Se estima que el 40% de la masa corporal de un japonés mayor de 65 años está compuesta de pastillas.

La otra cosa que me sorprendió es la alegría con la que recetan aquí las pastillas.
Vaya por delante que, por lo que sé, las medicinas japonesas son en general menos fuertes que las españolas. Pero lo compensan multiplicando el número de píldoras que hay que ingerir por sesión.
Por ejemplo, esto fue lo que me pasó la primera vez que fui a un médico de cabecera, virgen e inocente aún de este desenfreno pastillero.


Resulta que un día me desperté prácticamente afónico y con un dolor de garganta tremendo. La cosa tenía su guasa: la primera vez que tengo que ir a un médico japonés y casi no puedo hablar. Supongo que es la forma que tiene el Destino de decirme que puede putearme de más formas de las que puedo imaginar.
Bueno, aclarada la situación con lápiz y papel en la consulta, me reconoce la garganta en exactamente 2.67 segundos y me prescribe el tratamiento.

- Tienes una infección de garganta. Te vas a tomar una pastilla de estas tres veces al día después de cada comida, durante cinco días. Es un antibiótico.
(Vale. Parece algo razonable)

- Y por la mañana y por la noche, dos de estas para la sequedad de la garganta.
(¿Dos? ¿Y por qué no hacen una el doble de fuerte y acabamos antes?)

- Al mismo tiempo, también te vas a tomar dos de estas pequeñitas rosadas, porque las anteriores pueden darte un poco de fiebre.
(¿¡Ein!? Oiga, ¿y no sería mejor no tomarse las anteriores...?)

- Una de estas blancas tras las comidas, para proteger el estómago.
(¡¡¡Eh!!! ¡Que yo con el primer antibiótico ya me conformo! ¿¿¿Qué es esto de tomarse una pastilla para combatir los efectos que me produce otra pastilla que sirve para contrarrestar los efectos de otra pastilla??? ¿¿¿Dónde está la cámara oculta???)

- Estas otras son para chupar y producir saliva. Son suaves. Tómate las que quieras.
(Al menos le empiezo a ver el lado bueno al asunto: con tanta ingesta no necesitaré gastar dinero en comida. Ya se me llenará el estómago a base de pastillas).

Total, al final aún me recetó una más (¡¡¡6!!!). No me acuerdo de para qué era. Supongo que porque su color haría juego con el de las otras cinco que ya me había mandado o algo así. Y cuando salí de la consulta, aún pude verle en los ojillos un fugaz reflejo de su ansia por mandarme un par de medicinas más.

Según la filosofía oriental, tan importante como los efectos terapéuticos es la armonía cromática del conjunto de pastillas recetadas.

Me consolé pensando que menos mal que sólo era una inflamación de garganta. Si llega a ser un cáncer me manda a vivir dentro de una pastilla, lo menos.
El tratamiento tuvo efecto... Yo creo que los microbios, nada más oír lo que se les venía encima, empezaron a salir por patas cagados de miedo.

Pero esto no ha sido un caso aislado. En otras ocasiones he ido por una menudencia y he acabado trayéndome a casa media farmacia.

Supongo que esto tendrá profundas raíces culturales, no menos profundas raíces económicas y, en último caso, profundísimas razones médicas: entre tanto potingue, alguno hará efecto, pensarán.

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